22 junio 2008

El Principito


-Tú mirarás por la noche las estrellas; pero yo no puedo mostrarte dónde está la mía porque es muy pequeña. Pero es mejor así. Mi estrella será para tí una estrella cualquiera. Por lo tanto, te agradará contemplar todas las estrellas; todas ellas serán tus amigas. Además, te voy a hacer un regalo...

Y volvió a reír.

-¡Ah!, muchachito, ¡cómo me gusta oír tu risa!
-Justamente mi risa será el regalo...
-Será igual que el agua.
-¿Qué quieres decir?

Las gentes tienen estrellas diferentes, no son las mismas para todos. Para algunos, los que viajan, las estrellas son sus guías. Para otros, no son otra cosa que pequeñas lucecitas. Para otros, los sabios en astronomía, entrañan problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero ninguna de esas estrellas habla. Tú, sin embargo, tendrás estrellas diferentes, como nadie las ha tenido.

-¿Qué me quieres decir?
-Cuando por la noche mires el cielo, estaré en una de esas estrellas; y como yo reiré te parecerá que todas las estrellas ríen para tí. ¡Tú tendrás estrellas que sabe reír!

Y volvío a reír.

-Y cuando te sientas consolado (siempre se encuentra un consuelo) sentirás alegría de haberme conocido. Tú serás siempre mi amigo y tendrás ganas de reír conmigo. Y, a veces, abrirás tu ventana por ese placer... Y tus amigo se sorprenderán al verte reír mirando al cielo. Entonces tú les dirás: "Sí, las estrellas siempre me hacen reír"; y ellos te creerán loco. Te habré hecho una mala pasada.

Y rió una vez más.
-Será como si en vez de estrellas, te hubiera dado un montón de cascabeles que saben reír...
Y volvió a reír.

(A. De Saint-Exupéry.)



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