15 mayo 2008

Uno

Época indeterminada. Primera hora del día. Un tímido rayo de sol se cuela por la ventana de una habitación pequeña, oscura y descuidada. A la izquierda (siempre del actor.) y al fondo de la escena, un hombre desnudo, UNO, que permanece sentado en una silla de madera vieja, justo debajo de la ventana. Su torso y su cabeza tienden a inclinarse hacia delante. Se toca la frente con la mano derecha, con la izquierda la nuca. Sólo se aprecia su perfil completo, es calvo y de mediana edad. Tiene un libro abierto sobre los muslos. A la derecha, y en el centro, hay una mesilla de noche con un flexo de luz apagado, junto a esta, una cama. Parece que otra persona duerme en ella, de espaldas a UNO, sólo se aprecian sus pies asomando de entre las sábanas. Hay montones de libros tirados por todo el espacio. En la pared del fondo cuelga un espejo rallado, viejo y descentrado, junto a este, una puerta cerrada que da a un pasillo. UNO reincorpora lentamente su torso y su cabeza para encenderse un cigarrillo, da una primera calada.


Silencio largo.


UNO: Pronto dejará de hacer frío, pronto es menos tarde. (Pausa. Chasquea la lengua.) Sólo trato de consolarme. Pero por más que quiero, por más que me esfuerzo, no soy capaz de dejar de pensar, no. En ocasiones pienso demasiado, o eso creo. Pienso en todo aquello que me atormenta: el destino, la muerte, los sueños, la libertad, los recuerdos, el paso del tiempo… pienso en los días, las horas, los minutos. A veces, a veces me gustaría poder ahorrar el tiempo, sí, guardar los minutos en los que no haces absolutamente nada para poder sacarlos luego y prolongar los buenos momentos. Y aquí permanezco, clavado como una veleta en el tejado de mis pensamientos. No voy a resignarme, ni hablar. Salvaré mis sueños de la quema, sí, lo tengo claro.

(Silencio.)

¿Habría que dar una mano de pintura a las paredes, no crees? (Pausa.) Tú ya no crees en nada. ¿Cuándo fue la última vez que las pintamos? Están hechas un asco. Da lo mismo, déjalo.

(Pausa. Da una segunda calada.)

Por suerte hoy hace un precioso día. ¿Te has fijado en el sol? (Pausa corta.) se enciende y se apaga continuamente, como el fluorescente del pasillo, tiene gracia. Por cierto, habría que cambiarlo, el fluorescente claro, al sol no hay dios que lo mueva. (Ríe.) Menuda tontería… No vamos a cambiar el mundo nosotros. Todo como en un puto libro de instrucciones. (Pausa.) ¿Sabes qué?, me pondré unos lentes oscuros, sí, para protegerme los ojos. No me gustaría joderme la vista cuando salga ahí fuera. Hay mucho que ver, mucho por hacer. ¿Has estado ya en el lago del parque?, en dirección al sur, es precioso todo aquello. Creo que desayunaré en el lago hoy, sí, desayunaré en el lago, prepararé unos sándwiches y haré un gran zumo de naranja. Pero antes de nada, cuando llegue al parque, me descalzaré para dar un paseo por la hierba húmeda, escucharé a los pájaros cantar, luego me tumbaré panza arriba a respirar aire puro, ya lo creo, limpiaré mis pulmones de toda esa mierda que flota aquí dentro. Y el maldito tabaco, ¡joder!

(Da una tercera y larga calada. Tira el cigarrillo al suelo y lo apaga con el pie descalzo, sin inmutarse. Apoya los codos sobre las rodillas y la frente entre las palmas de la mano. Silencio. Vuelve a la posición anterior.)

Por la tarde, como cada día después de la comida, alargaré bien el brazo izquierdo -el derecho siempre se me duerme después del café- sí, lo estiraré bien para abrir la ventana y contemplar el atardecer. Observaré el horizonte, lo recorreré de este a oeste mientras una dulce brisa roza mi rostro y mi cuerpo desnudo peinándome el vello con delicadeza, ¡buah!, se me eriza el bello sólo de imaginarlo. Dibujaré una sonrisa a la vez que cierro la ventana con el brazo derecho ya despierto.

(Pausa. Se pone en pie. El libro que tenía encima de los muslos se cae al suelo. Estira los brazos. Camina parsimonioso hasta colocarse frente al espejo, se mira por unos segundos. Se toca la cara descendiendo desde una mejilla hasta el cuello. Resopla. Murmura)

Joder, he envejecido un huevo en este último año.

(Pausa. Camina de la misma manera de retorno a la silla, se sube en ella, contempla por unos segundos el exterior a través de la ventana, protegiéndose de la luz con la palma de la mano derecha.)

¿Oyes el griterío ahí afuera? ¿Lo estás oyendo? (Pausa. Girando la cabeza en dirección a la cama. Baja de la silla de un pequeño salto torciéndose el tobillo izquierdo.) ¡Ah! ¡Me cago en la puta! (Se sienta de nuevo en la silla aquejándose de dolor. Pausa.) Tú ya no quieres oír nada, todo el santo día durmiendo. (Se frota el tobillo con las dos manos. Murmura.) Prefiero soñar despierto. ¡Tío!, has perdido la ilusión por todo. Menuda mierda.

(Pausa. Apoya los codos sobre las rodillas y la frente entre las palmas de la mano. Silencio. Incorpora el torso y la cabeza, inclinándola hacia detrás.)

Llegada la noche, cuando comience a sentir frío de verdad, me vestiré, sí, lo estoy viendo. Camino por el pasillo hasta el dormitorio, abro el ropero, unos pantalones de pana, una camisa y un jersey de lana serán perfectos, siempre me hacen recordar a mi padre. (Sonríe. Pausa corta.) Me vestiré con ellos en compañía de un suspiro. Me sentaré en mi silla favorita, de nuevo frente a la ventana. Observando el horizonte una vez más, a través de la oscuridad, entre las primeras estrellas dormidas. Encenderé el flexo de luz para recordar al sol y creerme un poco más libre entre estas paredes antiguas y desconchadas. Solo, solo con mis pensamientos. (Pausa.) Pienso en las horas, los días, los meses... pienso en… ¿Sabes?, la gente dice que los locos, los locos de verdad, no son capaces de pensar en su locura, que no se plantean si lo están o no. ¿Es curioso verdad? (Sonríe.) Por la noche dormiré, sí, dormiré profundamente. Últimamente no pego ojo. Y pronto llegará otro día, pronto es menos tarde, pienso también en mis sueños...

(Suspira. Cierra los ojos, apoya los codos sobre las rodillas y la frente entre las palmas de la mano. Silencio largo. Unos Pasos firmes y ligeros se acercan desde el pasillo. Se abre la puerta del fondo bruscamente. Sólo se distingue la silueta de un hombre al trasluz entre las rejas de una celda.)


Oscuro.

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